Convivir con un perro: bienestar para cuerpo, mente y corazón.
Cada 21 de julio se celebra el Día Mundial del Perro, una ocasión ideal para recordar todo lo bueno que estos fieles amigos aportan a nuestra vida. Más allá del cariño, la ciencia confirma que vivir con un perro mejora significativamente la salud física, emocional y social, sin importar la edad.

Investigadores de UC Davis y la Mayo Clinic coinciden: compartir el día a día con un perro reduce el estrés, la ansiedad y la depresión, alivia la soledad, nos motiva a movernos más y hasta mejora el sueño. Solo salir a caminar con él puede prevenir enfermedades como la diabetes tipo 2, la hipertensión y algunos tipos de cáncer.
Estudios británicos muestran que quienes tienen perro caminan hasta 300 minutos semanales, ¡200 más que quienes no! Y esa actividad sostenida se traduce en más energía, mejor humor y menos problemas de salud.
Pero los beneficios no son solo físicos. Interactuar con un perro—jugar, acariciarlo, alimentarlo—activa zonas del cerebro relacionadas con la relajación y la concentración. Además, aumenta la producción de oxitocina, la “hormona del amor”, que fortalece el vínculo afectivo y nos hace sentir parte de algo valioso.

Las personas mayores también disfrutan estos efectos: tener un perro puede reducir la angustia, mejorar la memoria y aumentar la calidad de vida. Incluso en casos como el Alzheimer, promueven rutinas saludables y compañía emocional.
En lo social, los perros nos acercan a otros. Sus paseos abren puertas a nuevas amistades, conversaciones y momentos compartidos que ayudan a combatir la soledad y el aislamiento.
Y en el trabajo, también aportan lo suyo: reducen el estrés laboral y nos invitan a tomar pequeños descansos más conscientes. Como dijo una experta de Harvard, los perros nos enseñan a vivir el presente… y eso es un regalo que no tiene precio.