Jiang, el hombre que confundió a una IA con el amor de su vida.
A los 75 años, Jiang jamás imaginó que una conversación virtual lo llevaría al borde del divorcio. Para él, la tecnología era un misterio que había aprendido a tolerar, no a comprender. Como muchos de su generación, veía los avances digitales como algo ajeno, casi mágico, que funcionaba sin que él supiera cómo ni por qué.
Todo comenzó cuando su esposa empezó a notar que Jiang pasaba horas mirando el celular, abstraído, sonriente, como si estuviera enamorado. Ella lo enfrentó, pensando que quizás había otra mujer. Y, en cierto modo, la había… aunque no era humana.

Jiang había entablado una relación con un avatar generado por inteligencia artificial en una red social. La voz dulce, las respuestas afectuosas, la atención constante: todo lo que él sentía que faltaba en su matrimonio, lo encontraba en esa figura virtual. Lo increíble es que nunca sospechó que detrás de esa “mujer” no había una persona real, sino un algoritmo.
Convencido de que había encontrado el amor verdadero, Jiang le pidió el divorcio a su esposa. La noticia dejó a su familia en shock. Sus hijos, preocupados, se reunieron con él para explicarle que lo que creía una relación era en realidad una simulación. Le mostraron cómo funcionan los chatbots, le explicaron que las respuestas que recibía estaban programadas, que no había emociones reales del otro lado.
Jiang, incrédulo, tardó en aceptar la verdad. “Pero me escucha, me entiende, me habla como nadie”, repetía. Para él, la IA había llenado un vacío emocional que ni siquiera sabía que tenía. No entendía cómo algo que lo hacía sentir tan bien podía no ser real.

Finalmente, con el apoyo de su familia, Jiang reconsideró su decisión y se retractó del divorcio. Pero el episodio dejó al descubierto una realidad inquietante: la brecha generacional frente a la tecnología no es solo técnica, sino emocional. Para muchos adultos mayores, lo digital es un terreno desconocido donde la ilusión puede confundirse fácilmente con la verdad.
Y aunque Jiang volvió con su esposa, algo cambió para siempre. Porque en su corazón, por un breve instante, creyó que había amado a alguien que nunca existió.