El mayor acto de amor hacia nuestros padres, es cuidarlos en la vejez.

Ver a nuestros padres envejecer y ocuparnos de sus cosas es una inversión de roles para el que no estamos preparados y que golpea nuestros sentimientos y emociones.

¿Cómo puede ser que esta mujer que fue tan activa y que hacía tres cosas al mismo tiempo, ahora no pueda hacer las cosas más simples? ¿Cómo un hombre que trabajó toda la vida y que jugaba a la pelota con sus hijos, ahora necesita un bastón para caminar?

Es la vejez… el paso del tiempo que nos pone a todos en nuestro lugar y que, al mismo tiempo, cambia nuestra realidad y la de nuestros seres queridos.

Es una etapa difícil en la que experimentamos todos los sentimientos al mismo tiempo: amor, compasión, rabia, impotencia, culpa… sabemos que es la ley de la vida, pero igual nos duele.

Fuente: CANVA

Sofía cuenta su experiencia. “Mi madre está casi ciega y vive sola en su departamento. Una persona va todos los días a hacerle las compras y a prepararle la comida y otra va a la noche para ayudarla con la cena. Yo me ocupo los domingos, pero… esta rutina me pesa. Me entristece verla tan vulnerable, pero jamás la dejaría abandonada y sola. Ella me dio la vida y me lo dio todo cuando me crió. Y, además, se cuida de no quejarse. Pero a veces siento que la situación me supera, siento que vivo a medias. De manera egoísta, lo reconozco, tengo miedo de que esto se haga eterno. A veces dejo pasar un domingo sin ir a verla para respirar un poco, pero después… me siento culpable y no disfruto de ese rato que guardé para mí. Tengo sentimientos ambivalentes, pero creo que lo que realmente no soporto, es verla envejecer”.

Lo que le sucede a Sofía es casi lo que nos pasa a todos los que pasamos por esta situación. No nos molesta cuidar a nuestros padres, nos molesta asumir que ya no pueden valerse por sí mismos y que ya empezó su cuenta regresiva.

Vemos que se hacen mayores, con más impedimentos, con más necesidades y eso nos lleva a pensar que no falta mucho para que ya no estén. Es terrible la sola idea de que nos falten.

Fuente: CANVA

Pero esta inversión de roles nos da la oportunidad de realizarnos por completo como hijos. Tenemos la oportunidad de devolverles a nuestros padres una parte de todo lo que nos dieron.

Si tenemos en nuestro corazón la intención de hacer lo mejor para ellos, es porque seguramente ya lo venimos haciendo desde hace mucho tiempo. Es decir, prácticamente toda nuestra vida los hemos cuidado y hemos tratado de estar a su lado para acompañarlos en lo que fuera necesario.

Pero ahora es distinto. Ahora, nos necesitan más que nunca. Y no sólo en las cosas de la vida cotidiana, sino en el cariño y el amor que todos los ancianos deben recibir.

Es momento de escuchar, de ser paciente, de ser comprensivo… es momento de quererlos más que nunca. Nuestros padres nos necesitan de la misma manera que nosotros los necesitamos a ellos. Es diferente, claro… porque incluye una cuota de tristeza al ver cómo los años les ponen límites, pero también es la satisfacción de tenerlos, de hacer lo mejor por ellos y de rodearlos del amor de la familia.

Irreprochables.

Rabia, ternura, impaciencia, compasión, rechazo… el adulto que se ocupa de sus padres mayores, experimenta inevitablemente sentimientos contradictorios.

Quiere suavizar los últimos años de su vida, pero teme que esto dure mucho tiempo. Esto, es muy difícil de entender y de asumir.

El psicogeriatra Pierre Charazac explica que, debemos aceptar esta ambivalencia y dejar de querer ser “irreprochables”. El hijo ideal no existe.

Fuente: CANVA

Aquel que hace demasiado por sus padres, termina por desmoronarse. Debemos entenderlo.

Otros, prefieren mantener la distancia, ya sea por respeto o por dignidad hacia sus padres. Prefieren una ayuda externa que no atente contra los lazos afectivos.

Estar presentes.

No importa de qué manera, pero nuestros padres necesitan que estemos presentes.

Salir a caminar juntos, llevarlos a dar un paseo, pasar una tarde juntos o cenar en un día de fiesta. Estas son las cosas que llenan el alma de nuestros abuelos. Saberse queridos y apreciados por su familia.

Es el mejor homenaje en vida que les podemos hacer.

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