8 motivos por los que no debes sacrificar todo por tus hijos.

Las mamás, damos todo por nuestros hijos, incluso la vida; eso lo tenemos bien claro. Es algo que se hace evidente en nuestros corazones de madres.

Nuestra elección de ser madres y educar, es un camino plagado de exigencias y algunas veces agotador, que implica sacrificios, esfuerzos y renunciar a cosas que deseamos.

En principio, nos sentimos bien dándolo todo. Nos tranquiliza la conciencia y hasta nos hace felices.

Existe al mismo tiempo un mandato social que impone, exige y obliga a las mujeres a darlo todo por los hijos.

Los hombres, en cambio, no parecen estar tan exigidos y presionados.

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Sacrificar cosas superfluas pensando que luego podremos recuperarlas, es una idea muy común, y de hecho es posible.

Si una tarde tus amigas te invitan a salir, pero debes dejar la salida de lado por cuidar a tu niño, es algo que podrás lamentar en el momento pero que sabes que habrá otra ocasión en la que sí puedas tomarte ese rato de esparcimiento, que por otra parte es merecido y necesario.

Encontrar el equilibrio justo entre nuestras necesidades, nuestros deseos, y las necesidades y deseos de nuestros hijos para que todos ganemos y nadie pierda, muchas veces es difícil y los padres terminamos por darles prioridad a ellos.

Pero si esa ocasión de recuperar un momento nunca llega, si perdimos una cena con amigas porque nuestro hijo no quiere separarse de nosotras, si postergamos un viaje que queríamos realizar y pensamos que ya habrá otros, si incluso dejamos de limpiar la casa pensando en que lo haremos mañana… A la larga todo eso repercutirá en nuestro bienestar general.

Hoy queremos intentar buscar el equilibrio entre nuestras responsabilidades, nuestras necesidades y nuestros deseos.

Sabemos que es difícil, pero al menos servirá para reflexionar y poder establecer prioridades de acuerdo a un criterio justo y equitativo.

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Renunciar a todo.

Renunciar absolutamente a todo, a la larga, no sólo no es beneficioso para nosotras, sino que tampoco lo es para nuestros hijos.

¿Por qué? Simplemente porque esos momentos para divertirnos, salir, compartir con otros o simplemente sentarnos a ver una película tranquilas y sin interrupciones, es algo sumamente necesario para nuestra salud mental.

Tener un momento para nosotras mismas, equivale a una “recarga de baterías” que mejora nuestro ánimo y nuestro humor.

Esto, también repercute en nuestros hijos, porque al estar nosotras más contentas, descansadas, alegres y bien predispuestas, más y mejor tiempo les podremos dedicar a ellos.

De nada les sirve a nuestros niños tener a una mamá dedicada a ellos y a las tareas del hogar las 24 horas del día, que se sentirá cansada y desganada por no tener un momento para poder descansar o para poner la cabeza en otras cosas.

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Veamos en detalle de qué se trata esta idea del “no sacrificar todo”, para que se entienda que el mensaje consiste en brindarnos tiempo para nosotras y para quienes más amamos: nuestros hijos.

1) Tiempo para tus cosas.

Tendemos a pensar que cada minuto que reservamos para nosotras, es un minuto menos que les damos a nuestros hijos.

Sabemos que cuanto más pequeños son, más tiempo y cuidados demandan, pero no es un acto egoísta reservar un rato durante la semana para ir a la peluquería, salir a tomar un café con una amiga o leer un libro.

Es un tiempo en el que cargas baterías y te renuevas, para poder brindarles mejor calidad de mamá a tus hijos.

Es en este momento en el que debes pedir ayuda. No está mal pedir colaboración.

La crianza y el cuidado de los hijos, es responsabilidad de ambos padres, de modo que la primera persona que debe venir en tu ayuda, es el papá.

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En caso de que esto no sea posible, pensemos en los abuelos, los tíos, los padrinos, los amigos y para quienes pueden permitírselo, también se puede recurrir a una niñera.

2) Ellos también dejarán el nido.

Debemos enfrentarlo. No nos gusta pensarlo, pero debemos asumir que algún día se alejarán por su propia voluntad y decisión.

De la misma manera que tú dejaste la casa de tus padres para casarte y formar una familia, ellos también lo harán.

Y está bien, porque es la ley de la vida que todos debemos seguir.

Es por eso que nunca debes dejar por completo eso que te gusta o la profesión para la que te preparaste. Una vez que tus hijos adquieran determinada independencia, tendrás que dedicarles menos tiempo.

Es en ese momento en el que muchas mujeres se sienten perdidas porque pasaron la mayor parte de sus vidas siendo madres y dejaron de lado ser mujeres.

Mientras crías a tus hijos, mantente en actividad. Actualiza tus estudios, mejora tu trabajo, aprende cosas nuevas… todo esto te será de utilidad cuando tengas más tiempo para ti; y la única manera de lograrlo es administrando los tiempos: Nuestros hijos son prioridad, pero también nuestro futuro lo es.

3) Un tiempo para la pareja.

No olvidemos que en un primer momento fuimos dos y que, del fruto de ese amor, llegaron los hijos y se consolidó la familia.

Poco a poco nos fuimos dedicando a la crianza y a integrarnos a la familia del cónyuge, y no es de extrañar que comencemos a dejar de lado a la pareja.

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Este es un error que debemos evitar a toda costa, porque cuando los hijos ya estén criados o incluso, ya no vivan con nosotros, nuestra pareja es en quien nos vamos a apoyar para seguir transitando de a dos, el resto del camino.

Cuando llega ese momento, muchos matrimonios se sienten perdidos y creen que ya no tienen nada más que hacer juntos, porque ya fundaron un hogar y criaron una familia. Es por eso que el compañerismo y la complicidad con nuestra pareja nunca deben dejarse de lado. Nos necesitamos unos a otros.

4) Síndrome del “Nido Vacío”.

Si durante la mayor parte de la vida familiar, nos hemos dedicado pura y exclusivamente al rol de madres, una vez que dejemos de serlo, (sólo en parte), nos sentiremos un poco desorientadas y perdidas por no saber qué hacer.

Es por eso que mantener una actividad, un trabajo y amistades con las cuales compartir, es fundamental para no sentir que nuestra vida está terminada o que hemos sido abandonadas.

¡Encuentra tu espacio! ¡Descúbrete a ti misma! ¡Reinvéntate!

Prepárate poco a poco para cuando llegue este momento. Aunque no lo creas, estarás haciendo una inversión en salud mental y en tranquilidad para tus hijos, que no tendrán la presión de estar pensando “cómo ayudamos a mamá”, simplemente; porque mamá tiene sus propias actividades, amistades, trabajo y cosas en las que ocupar su tiempo.

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Y no sólo eso. Esta preparación te será útil para cuando lleguen los nietos; porque una abuela dinámica que enseña cosas nuevas, es uno de los recuerdos más preciados que todos tenemos.

5) Los hijos son prestados.

La prueba de que hemos hecho un buen trabajo como madres, radica en la satisfacción de ver cómo nuestros hijos construyeron sus propias alas para volar por sí mismos.

Y está bien, porque eso es lo que harán en algún momento en que lo deseen. Ley de vida.

Representa un orgullo enorme saber que hemos sido un apoyo incondicional para ellos que los convirtió en seres capaces de vivir sus propias vidas.

Para enseñar independencia, también hay que ser independiente.

No vamos a ningún lado ni resulta productivo para nadie vivir atados unos a otros, porque eso no nos permite avanzar. Estemos uno al lado del otro y acompañemos.

Ellos te necesitan precisamente en estos momentos para sentir tu aliento y tu ánimo y así lograr hacer lo que deseen para que se sientan seguros y acompañados.

Además, no hay nada más hermoso para los hijos que saber que cuentan con la aprobación de sus padres en el momento en el que deben tomar importantes decisiones.

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Los hijos siempre esperan que sus padres aprueben todo lo que hacen y ahí debemos estar nosotras aconsejando, señalando un posible riesgo y ayudando en todo lo que podamos; porque bien sabemos que aunque los hijos sean prestados, lo serán durante toda la vida. Eso nada ni nadie podrá cambiarlo jamás.

6) No caer en la frustración.

Cada cosa que deseamos y no podemos alcanzar, es una frustración que tarde o temprano terminaremos pagando con angustia y rencor.

Dentro de las posibilidades y los sueños posibles, no dejes de lado aquello que te gusta y te motiva, por no restarles algunas horas de tiempo a tus hijos.

Claro que es necesario tener los pies sobre la Tierra y fijarse objetivos posibles y realizables. Cada uno conoce sus limitaciones y sabe en qué cosas sí puede volcar la energía y en qué cosas no.

Cargar toda la vida con lo que pudo ser y no fue, es algo que a la larga afecta nuestra autoestima.

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Hay un momento para todo y tal vez el momento sea precisamente en el que estamos criando a nuestros niños. No desaprovechemos el instante justo y oportuno en el que se presenta la ocasión de hacer algo por nosotras.

El tiempo no vuelve y algunas veces las oportunidades no se repiten. ¡No lo olvides!

7) El sacrificio pesa.

En ocasiones vemos madres abnegadas y sacrificadas que dejaron sus sueños o sus estudios por sus hijos, cayendo en la injusticia del reproche: “¡Después de todo lo que hice por ti!”

Es una frase muy común que proviene de alguien que siente rencor hacia alguna falta cometida por sus hijos y que considera que debe recibir un “pago” por haberlos criado y haber hecho sacrificios.

Puede sonar un poco duro, pero este tipo de reproche muchas veces aparece en madres que dejaron absolutamente todo de lado para dedicarse a los hijos y en algún momento les empieza a “pasar factura” la bronca y la rabia por no haber podido concretar sus sueños.

Al ser conscientes de que lo dejaron todo de lado por ellos, deciden “castigarlos” haciéndolos responsables de su frustración.

Algo parecido sucede cuando los hijos dejan la casa de los padres. En caso de que la madre esté sola o haya quedado viuda, puede pasar que considere una traición que los hijos se vayan y la dejen sola, siendo que tanto se sacrificó por ellos.

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En realidad, estas mujeres hablan por pura frustración y no alcanzan a ver que cuando los hijos forman sus propias familias o deciden tomar su propio camino, sólo se está cumpliendo la ley natural de la vida

No lo olvides, los sacrificios de una madre pueden transformarse en una “deuda” para los hijos haciendo que se sientan culpables. Y finalmente, nadie quiere eso.

8) Una madre realizada.

Tus hijos no necesitan una madre sacrificada, necesitan una madre satisfecha con sus elecciones a todo nivel. Una madre orgullosa de sus logros tanto en su rol de madre como de esposa y de mujer.

Dales a tus hijos una madre cuya felicidad no dependa pura y exclusivamente de ellos, porque de esta manera les estás enseñando lo que es la libertad y crearás el contexto psicológico ideal y necesario que todo ser humano necesita para desarrollarse.

Pero esto no es sólo para que lo analicemos nosotras, las madres, sino que nadie debería construir su felicidad en torno a otras personas.

Es decir, con otros podemos ser felices, pero también deberíamos poder serlo estando solos. Las madres no queremos hijos culposos que crean que, si no están cerca, la vida de ellas se desmorona.

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Los hijos cambian con gusto unas horas sin mamá, por una mamá sonriente, contenta y feliz. Los hijos quieren ver a mamá feliz y satisfecha con sus elecciones.

Tenemos todas una capacidad inmensa para hacerles saber todo lo que los amamos y cuánto nos interesa su bienestar, de modo que no necesitamos postergarnos indefinidamente en nuestros deseos, planes y proyectos; sino que podemos renunciar a algunos momentos con ellos para dedicarnos a algo que nos hará sentir orgullosas de nosotras mismas y a ellos también.

¿Qué opinas sobre el sacrificio de las madres? ¡Cuenta tu experiencia y comparte!

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