Una abuelita cree que su teléfono no funciona, pero la verdad es mucho más triste.
La historia de Aurora Hernández es triste, pero merece ser contada, porque sirve para concientizar y empatizar.
Aurora vive en la Ciudad de México. Tiene varios hijos, pero ella vive sola. Como toda madre, siempre quiere estar al tanto de lo que sucede con sus hijos.
Durante meses, esta anciana intentó comunicarse con sus hijos, pero siempre que les enviaba mensajes, nunca recibía respuesta. A Aurora le costaba creer que ninguno de sus hijos le contestara o al menos, que alguno se interesara por saber cómo estaba ella.
De modo que llegó a la conclusión que le pareció más lógica; seguramente su celular estaría averiado y por eso sus hijos no se ponían en contacto con ella ni le devolvían los mensajes.
Con esta idea en la cabeza, se dirigió a un centro comercial y buscó un lugar en donde repararan teléfonos celulares. Allí se encontró con un inescrupuloso de esos que nunca faltan.
Ella le explicó al hombre la situación y él, buscando estafarla, le dijo que efectivamente el teléfono tenía un problema y que la reparación le costaba 1500 pesos.
La mujer, cada vez más impotente, se lamentó por no tener la suma de dinero y se fue llorando.
La triste realidad.
Pero había alguien presenciando todo. En el negocio de al lado, un joven escuchó la conversación. Resultó que él también se dedicaba a la reparación de teléfonos y le pidió a la señora que le dejara revisar el suyo.
Como él sospechaba el teléfono no tenía ningún problema, pero le dijo a la mujer que necesitaba un par de días para arreglarlo. La anciana se retiró contenta de saber que alguien podría solucionar su problema.
La verdad, a veces está sobrevalorada. ¿Qué necesidad había de hacer saber a la mujer que el teléfono no estaba averiado y que en realidad sus hijos no deseaban responder a sus mensajes? ¿Por qué mejor no evitarle ese dolor innecesario? Así lo decidió este joven y pensó que lo mejor era no decirle nada.
El técnico de teléfonos buscó entre los contactos y encontró el número de uno de los hijos de la mujer. Se puso en contacto con él y le hizo saber que su madre estaba muy afligida esperando un llamado que nunca llegaba. ¿Por qué ni venía a visitarla?
Era una triste realidad, pero la señora no tenía por qué saberla. Era mejor ahorrarle el disgusto.
A los pocos días, ocurrió el milagro. Aurora apareció por el centro comercial del brazo de su hijo que había venido a visitarla.
Cuando fue a buscar su teléfono, el joven le dijo que efectivamente el teléfono tenía un problema con el envío de mensajes, pero que ahora estaba solucionado.
La señora quiso pagarle, pero este joven honesto, noble y decente, le dijo que no había sido nada. La mujer de todas maneras quiso por lo menos comprarle algo de su negocio para retribuirle el favor.
Esa historia real tuvo un increíble impacto a nivel social y cuestiona nuestra manera de comportarnos con nuestros mayores. Fue tal la repercusión, que alguien decidió hacer un video para generar conciencia sobre el abandono al que están sometidos algunos ancianos por parte de su familia.
Nuestros abuelos son los pilares de la familia y nos necesitan. Estemos siempre a su lado.