Cuando el olor habla: el sorprendente vínculo entre perfumes, recuerdos y emociones intensas.
¿Qué ocurre en tu mente cuando percibes un aroma que te hace viajar a unas vacaciones inolvidables, al abrazo de alguien querido o a un momento especialmente feliz? Para entenderlo, primero hay que saber cómo funciona nuestro olfato, un sentido mucho más complejo de lo que parece.
¿Cómo funciona el olfato?
Cada vez que hueles algo, una molécula olorosa —procedente, por ejemplo, de un perfume o de una barra de chocolate— entra en tu nariz. Mientras circula por las fosas nasales, esa molécula se encuentra con unos pequeños “cilios olfativos”. Son como finísimos pelitos equipados con receptores capaces de reconocer distintas sustancias.
Cada uno de estos receptores está especializado en un tipo de olor. Podríamos imaginarlos como etiquetas: uno detecta el aroma del césped recién cortado, otro el olor de la piel de alguien que amas, otro el del chocolate con avellanas… y así con cientos de matices.

Un sentido distinto en cada persona
Aquí llega lo interesante: no todos tenemos los mismos receptores. Por eso un mismo perfume puede despertar sensaciones diferentes en cada persona. Una vez que los receptores captan la molécula, envían la información al cerebro en forma de señal química. El cerebro transforma esta señal en una especie de “imagen olfativa”, como si fuese una postal sensorial enviada por nuestras neuronas. A partir de esa imagen, interpreta el olor y le da un significado.
Olores y emociones: una conexión muy fuerte
El olfato es un sentido especial porque no sigue exactamente el mismo camino que los demás. Normalmente, la información captada por la vista, el tacto o el oído pasa primero por el tálamo, que filtra y clasifica lo que percibimos. Pero los olores no pasan por ese filtro inicial: van directamente a dos áreas del cerebro profundamente conectadas con los recuerdos y las emociones: la amígdala y el hipocampo.
Por eso un olor puede despertarte en un segundo una emoción intensa. Se estima que una fragancia puede activar una de estas seis sensaciones: bienestar, sensualidad, rechazo, consuelo, energía o nostalgia. Algunas resultan tan poderosas que funcionan como un mecanismo de alerta: por ejemplo, el olor a quemado genera rechazo porque tu cerebro lo asocia con peligro. En cambio, un aroma dulce puede tranquilizarte y recordarte la infancia, un abrazo o un momento seguro.

Un vínculo todavía misterioso
A pesar de los avances científicos, las conexiones exactas entre los olores y nuestras emociones siguen siendo parcialmente desconocidas. Las investigaciones continúan, y seguramente en los próximos años sabremos más sobre esta relación tan fascinante.
Y tú, ¿qué aroma te hace sonreír, soñar o viajar sin moverte?